Jonas Jonasson
Ed. Salamandra
Barcelona, 2012
El abuelo que saltó por la
ventana y se largó es una novela entretenida y divertida. No todas hemos
conectado con la historia, en algunos casos nos ha parecido un poco pesada,
especialmente la segunda parte, quizás demasiada reiteración en contar aventuras
pasadas bastante increíbles.
En realidad, no se trata de una
novela con grandes aspiraciones literarias, pero sí con la intención de hacer
pasar un buen rato al lector. Las continúas idas y venidas de un anciano de 100
años, que parece que no tienen nada más que aportar en su vida y que termina
siendo una vez más un aventurero,
proporcionan al lector gratos momentos de lectura.
El personaje de Allan, tiene múltiples
caras e interpretaciones. Entre nosotras, hay quien lo considera anodino, casi
autista, un personaje que no le ha aportado nada; sin embargo, otras creemos que es el prototipo del hombre
normal, el que pasa por la vida como si no fuera con él, el que no se compromete
con nada, excepto eso sí, con una buena comida, una copita de aguardiente y una
buena conversación.
Su ideal en la vida es no tener
ideal. No hay que preocuparse por las cosas, no hay que tratar de cambiarlas,
en realidad, “las cosas son como son y así seguirán siendo”.
Observando la portada, su imagen de
anciano burlón, vestido con un pijama rosa y un petardo en el bolsillo, algunas
hemos recordado a la Pantera Rosa. Incluso en sus aventuras nos recuerda a
ella. Siempre impasible, encontrándose las cosas a su paso como por casualidad;
pero al final siempre vencedora de todos los obstáculos. Así nos parece en
algunos momentos Allan karlsson.
La historia está contada en dos escenarios
temporales. Por un lado el presente, un
período relativamente corto de tiempo, el momento en que nuestro
protagonista cumple los cien años y decide que no va a dejar pasar el tiempo
sin hacer nada, metido en una residencia. Y por otro, todas las andanzas
vividas a lo largo de sus cien años.
Es curioso que precisamente el
presente esté plagado de personajes increíbles, extraños, excluidos de la
sociedad. Uno a uno se van uniendo a la historia como si de un cuento se tratara: el anciano
que cumple los cien años, el ex presidiario alejado de todos y odiado por
todos, la mujer que vive con su “pequeña” mascota, nada menos que un elefante, el vendedor de salchichas…
La historia a su vez se va enredando
cada vez más, haciendo que el lector alucine con algunos de los contratiempos
con los que se van encontrando. Parece que todo se pone en contra de los protagonistas,
pero ellos, como si nada: que se muere un ladrón por haberlo dejado olvidado en
un congelador, vaya qué pena, pero los zapatos seguro que me valen; que el elefantito
aplasta sin querer a otro de los ladrones, a esconderlo y a marcharnos del
lugar; que chocamos con un coche sin querer y el otro conductor queda herido,
pues lo recogemos y nos vamos. Y así sucesivamente…. Hechos estrafalarios y
absurdos que van completando la historia poco a poco.
El relato de los hechos históricos
a través de los cuales nuestro protagonista se mueve por todos los acontecimientos
fundamentales del siglo XX es enriquecedor. Resulta curioso cómo va pasando de
un lugar a otro, como sin querer. Los personajes históricos, Franco, Truman,
Hitler, De Gaulle se nos presentan no como personajes históricos, que van a cambiar
el mundo con sus actos, sino como personas normales, desmitificadas y liberadas
de su halo de grandeza. Estos parecen ser los personajes de una vida cotidiana
mientras que los protagonistas del presente parecen personajes de ficción y sus
aventuras correrías de dibujos animados.
Aquí radica la genialidad e la
novela y por eso, es una novela grata y entretenida que nos proporcionará buenos
momentos de lectura.
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